martes, 9 de junio de 2015

Carneros

Son cinco ya los paros que se han desarrollado a nivel país desde la asunción de Cristina Fernandez de Kirchner al gobierno y lo que es interesante analizar de estos acontecimientos no siempre son las consecuencias, sino más bien las causas, los actores, y sus respectivas interpretaciones de la realidad y de la medida de fuerza en sí.
Cada uno de estos sucesos se ha caracterizado por ser convocado por las centrales obreras opositoras y por ir, paulatinamente, aglutinando otros sectores del arco político, sindical e incluso social.  Moyano, Barrionuevo, Piumato son algunos de los nombres que resuenan en los medios y en el voceo popular al hacer alusión a los actores principales de este hecho pero conforman tan solo la punta del iceberg que pretende hundir al barco.
Para empezar, ¿por qué no hacer foco también en “la izquierda”?
Historicamente los partidos políticos que responden a esa ideología han sabido autoproclamarse defensores de los intereses de los trabajadores pero también, en muchas ocasiones, han fallado rotundamente a la hora de saber interpretar la realidad, la historia y la identidad de un pueblo como el argentino por poner por sobre todo preceptos y duras doctrinas.
Cuando ponemos el ojo sobre la izquierda, esta parece ser un caldo de cultivo para cualquier tipo de interpretación y un germen de numerosos debates. Por más que se esfuerzan en sus ámbitos de militancia para diferenciarse de quiénes convocan los paros y adueñarse de los reclamos como voceros de un pueblo supuestamente indignado, a la hora de tener en cuenta la correlación de fuerzas es inevitable ubicar a este sector en el furgón de cola de los poderosos, de la derecha a la que supuestamente combaten.
Nadie con la más mínima conciencia social puede impedirle a este sector ni a cualquier otro reclamar por mejores condiciones de vida para la clase trabajadora, pero tampoco alguien con la más mínima conciencia política puede ignorar el hecho de que, incluso mostrando forzados intentos por desvincularse, están siendo cómplices conscientemente de una maniobra desestabilizadora y reaccionaria llevada a cabo por los grupos más nefastos y retrógradas que históricamente han prevalecido en el armado de este país. Entonces ¿podemos seguir pensando que dos actores que convocan a una medida de fuerza como tal, dirigida contra un gobierno popular son completamente antagónicos? ¿Podemos seguir negando la presencia de coincidencias entre ambos? ¿Y qué tipo de coincidencias son? Es perturbador pensarlo de esta forma, quizás es hasta una especie de bola de metal que viene a demoler todas nuestras conjeturas y preconcepciones, pero es, también a mi entender, una realidad concreta. Y como decía el general, la única verdad es la realidad.
Al encarar un análisis del paro en sí, por un lado sería absurdo decir que todos los reclamos, teniendo en cuenta su esencia como tal y no quiénes los citan, son falacias, pues el impuesto a las ganancias, la inflación y la precarización laboral son asuntos que aún hoy atraviesan a la masa trabajadora.  Sin embargo, también sería absurdo decir que estamos en cero, que este gobierno se ha dedicado – como afirman los líderes sindicales que, como decía Evita, no son más que carneros de la oligarquía- a degradar las condiciones de vida de la sociedad, cuando en estos últimos años se ha mejorado notablemente la situación socioeconómica de gran parte de nuestro pueblo.  
Por otro lado también sería muy cómodo decir que vivimos en una situación idílica cuando aún hay sectores que se encuentran relegados, pero del mismo modo es muy conveniente acusar y poner a cargo del estado los perjuicios ocasionados a un pueblo que ha sido en reiteradas ocasiones víctima de gobiernos y mercados liberales y totalitarios, y grupos de poder antipopulares y reaccionarios que este kirchnerismo al que hoy se le hace un paro ha sabido combatir. Es completamente incoherente tomar como acción de fuerza el corte del transporte, por ejemplo, cuando los más afectados son los mismos ciudadanos, mientras los verdaderos responsables de la situación que convoca esta medida, los que manejan el poder económico, disfrutan viendo como se intenta desgastar a la institución estatal riéndose desde la comodidad de su realidad.
Las razones por las que hoy muchos decidimos no parar no son puramente partidarias, no son por estar de un lado ni por estar en contra de los reclamos en su esencia ni, mucho menos, de los trabajadores, son por negarnos a ser cómplices de una medida que se disfraza de revolucionaria, de popular cuando no es más que una jugada desestabilizadora en manos de las corporaciones judiciales, mediáticas y económicas de este país, las mismas que se dedican a someter al pueblo, y a las que este gobierno ha decidido enfrentar democráticamente poniendo en juego su propia estabilidad en pos de encausar la justicia social, la soberanía política y la independencia económica.  
Al tener en cuenta el contexto los actores que forman parte de este escenario impuesto hoy son varios pero la verdadera disputa, el antagonismo real se da entre solo dos.  Mientras uno de ellos -los líderes sindicales- debería velar y exigir mejores condiciones para los trabajadores siendo representantes de ellos y no al revés, al otro –el gobierno- le corresponde garantizarlas. Sin embargo hoy en día es este último actor el que cumple su función mientras el otro se dedica constantemente a llenarse la boca con reclamos por asuntos que ni los rozan, dejando sin representación real y coherente a la  masa trabajadora que es la que realmente sufre los boquetes  de una justicia social que crece cada día más pero aún no inunda debido a los grandes extractores que históricamente se han dedicado a dejar seca la realidad tanto material como política de nuestro pueblo.

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