martes, 20 de enero de 2015

Lo que Nisman se llevó.


Al igual que supongo muchas otras personas yo soy de los que este lunes se quedaron despiertos hasta tarde esperando que, dentro de tantas incoherencias, salga a la luz alguna certeza. Y así fue, a eso de las 3 y diez de la madrugada, luego de un vagaje infernal, se anunció la muerte de quien se desempeñaba como fiscal en la investigación del atentado contra la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), que en 1994 se llevó la vida de 85 personas. La ola de euforia informativa que había comenzado a elevarse a eso de las 23 hs. en el mar de las redes sociales rompió fuertemente cuando la noticia fue confirmada: el fiscal que había denunciado a Cristina Fernández de Kirchner, al canciller Timerman y a otros funcionarios kirchneristas había sido hallado  sin vida en su departamento en Puerto Madero. 


El hecho estaba en boca de todo el país. Medios oficialistas y opositores dedicaron toda su programación a lo sucedido disponiendo de escasos datos al respecto. Lo mismo pudo verse en estados de Facebook y en tweets. Con un suceso en donde las incertidumbres abundan y las certezas escasean se generaron innumerables hipótesis, acusaciones, posturas y demás, sin tener soporte argumentativo alguno.

Vivimos en una era completamente atravesada por la comunicación y, a su vez, su veracidad se encuentra constantemente amenazada por la inmediatez y la búsqueda de la primicia. La información se brinda en cuentagotas y cada nueva noticia parece ser un bocado más para calmar el hambre voraz de aquella bestia que parece nunca saciarse por completo. Uno de los exponentes más salvajes, e incluso hasta bizarros, de esta realidad son las redes sociales donde la información alcanza su punto de ebullición y estalla en millones de partículas. Tanto cuentas personales como portales de noticias se expresan fervientemente, muchas veces sin el conocimiento suficiente al respecto de lo que opinan, generando de esta manera palabras que se recepcionan como información cuando no son más que conjeturas. Sin embargo, es importante aclarar que a través de esto que escribo mi objetivo no es menospreciar la opinión ni a los que opinan sino visibilizar cuan dañino puede ser este error de considerar lo que algunos piensan como información objetiva.  

En el desarrollo del lunes comenzó a darse una seguidilla de conferencias de prensa y declaraciones por parte de los distintos representantes partidarios de la política nacional comenzando por la UCR, el PRO, el Frente Renovador, etc. que a través de conjeturas desafortunadas no hicieron más que intentar generar una acumulación política para el año entrante. El día culminó con la tan ansiada declaración del Frente Para la Victoria. Periodistas, políticos e incluso figuras del espectáculo manifestaron públicamente sus posturas sin escrúpulos transformando al medio televisivo en un interminable episodio de “Hablemos sin saber”. A su vez, paralelamente, las redes sociales se transformaron en el escenario de una batalla campal virtual en dónde todos opinaban sin mesura y oficialistas y opositores se enfrentaban en un debate político que excedía el hecho de la muerte del fiscal. En twitter el domingo a las 23 hs. el hashtag #MuertedeNisman comenzó la carrera hacia el puesto de Trending Topic, el que alcanzó rápidamente para luego ser reemplazado por hashtags como #YoSoyNisman, #JeSuisNisman (haciendo alusión a “Je Suis Charly”) y, en un pico de incoherencia, culminó en #CFKAsesina. 


 Todo el buracán de opiniones y datos al respecto se transformó en un caldo de cultivo propicio para aquellos oportunistas de tendencia golpista que, como en muchas otras ocasiones, aprovecharon para expresarse contra el gobierno nacional llegando al punto de acusarlo por la muerte de Alberto Nisman. Leuco, Nelson Castro y Lanata, especularon sobre la culpabilidad del oficialismo y este último se animó a decir "¿El tipo antes de declarar se mata? Vamos, chicos..." agregándole aún más leña al fuego que sus seguidores adoran y preparan ansiosos esperando que llegue el día en el que puedan quemar viva a la presidenta, entre ellos mejor conocida como la “yegua grasa cretina”. Este mismo sector fue justamente el que se manifestó ayer en diversos puntos del país con la consigna oficial de “Justicia por Nisman” a través de la convocatoria difundida en las redes sociales y, como siempre, también a través de los medios opositores que con ángulos de cámara engañosos le atribuyeron a estas concentraciones una masividad que no tuvieron. Lo que indudablemente no faltó fue una muestra del exacerbado odio visceral que la jefa de estado genera en estas personas.


 Con carteles y canciones dejaron en claro su rechazo al oficialismo, no solo por creer que es culpable de  la muerte del fiscal que había formulado una denuncia contra la presidenta sino por una interminable lista de medidas que, de una u otra forma, habrían afectado sus intereses y –según ellos- los de la “república y las instituciones”. Entre muchas otras cosas, se acusó a este gobierno de ser de facto, de violar los derechos humanos, la libertad de expresión y la existencia de la democracia.
Tampoco faltaron los ataques más personales dirigidos a Cristina que iban desde “yegua grasa” a “asesina”.  Resultó hasta curioso ver como en el transcurso de un día una persona que recién se hacía lugar en la escena mediática y política nacional, una persona que según diversas fuentes tenía relaciones directas con estados unidos, pasó a transformarse repentinamente en un ejemplo a seguir, en un héroe y hasta en un paladin de la justicia para una parte de la sociedad por haber hecho una denuncia contra el oficialismo y por haber sido según ellos, supuestamente, asesinado a sangre fría por la cretina y sus secuaces. 




 Este tipo de situaciones dejan ver la polarización presente hoy en el país que ha llegado al punto en el que, sin mesura alguna, se agrede de esta manera. Las diferencias políticas han existido siempre pero el nivel de pasión y odio emocional presente en la sociedad que se identifica como “opositora” ha trascendido los límites de lo moral, quedando casi a la misma altura de aquellos que pintaban paredes con la lúgubre leyenda de “Viva el cáncer”. 


Me atrevo a decir que la movilización que este caso generó no apeló a la sensibilidad por la vida humana, más allá de quién haya sido Nisman, ya que de haber sido así, entonces ¿por qué no toda esa gente se movilizó también por Julio López, por Luciano Arruga, por Marita, por Patóm, por Jere, por el Mono o por tantos otros? ¿Por qué esa gente no se sensibiliza por las condiciones de vida paupérrimas que aún atraviesan miles de argentinos o por el gatillo fácil o por las redes de trata? La movilización que este caso género interpeló directamente a una postura ideológica, política, particular y no, como dicen muchos, a la sensibilidad y aprecio por la vida. 







 Es evidente que este es un hecho, que por sobre todas las cosas contiene una fuerte carga política. A pesar de que no voy a especular acerca de si la muerte de Nisman fue el resultado de un asesinato o un suicidio, ya que no me compete en lo más mínimo, voy a decir (siempre como una opinión) que sirvió para desencadenar una ola desenfrenada de violencia mediática, una nube turbia en la política. 

Lo único que al día de hoy está claro es que Nisman se llevó con él al periodismo y al sentido común de la Argentina.




(las imágenes de los manifestantes son del álbum "La plaza de los Nisman" de http://somosmafia.com.ar/ )

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